Cuando se habla debioeconomíase remite a un camino válido para evolucionar hacia una sociedad menos dependiente de los recursos fósiles, teniendo como contexto a un mundo con crecientes demandas de alimentos para abastecer a una población que va en camino de superar 10.000 millones de personas en las próximas décadas, y que para hacerlo no puede depender de las mismas estrategias utilizadas en el pasado.
Por lo menos así se la define en varios libros y estudios de expertos en medio ambiente y en energías renovables y combustibles fósiles y en proyecciones en cuanto al cambio climático, los gases de efecto invernadero y las formas actuales de organizar la economía mundial partir de un desarrollo más limpio y sustentable.
Frente a esos desafíos, entienden que la bioeconomía puede definirse como una síntesis entre esas demandas y oportunidades, donde la agricultura se presenta como una actividad integrada a los procesos industriales y de servicios; donde la producción de biomasa vegetal, animal y microbiana aprovecha la fotosíntesis para producir energía y materiales o biomateriales de todo tipo.
En ese marco, los expertos señalan que la bioeconomía representa una gran oportunidad para la Argentina por ser un país rico en recursos de origen biológico, que cuenta con experiencias exitosas en cuanto a su aprovechamiento productivo y con una infraestructura científico–tecnológica de razonable desarrollo.
Es más, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se asegura que un país como la Argentina, rico en posibilidades de producción de biomasa, con exitosas experiencias en la gestión de producciones biológicas, y razonables capacidades industriales, de servicios y del sector de la información y el conocimiento, la visión de la bioeconomía, entendida como el aprovechamiento de los recursos biológicos para la producción sustentable de bienes y servicios, “representa una importante oportunidad para regenerar sus fuentes de progreso económico y reinsertarse en los mercados mundiales”.
Del mismo modo, podría responder de manera eficiente, efectiva e innovadora a los compromisos que está realizando en cuanto a enfrentar el cambio climático en el marco de los acuerdos internacionales de los que es parte, entre ellos los nuevos objetivos para el desarrollo sustentable, recientemente adoptados por las Naciones Unidas en su Agenda 2030.
Estrategia a futuro para la Argentina
De hecho, el Gobierno acaba de iniciar un plan para fortalecer su posición en el ámbito global de la bioeconomía, presentando su visión ante los embajadores de la Unión Europea (UE).
Lo hizo en un encuentro en agosto pasado entre miembros de la Secretaría de Bioeconomía, que en ese momento estaba al frente de Fernando Vilella, en el cual se delinearon los lineamientos de lo que se ha denominado “Bioeconomía Argentina: Nuevo Paradigma Productivo”.
Se trata de un proyecto que apunta a transformar el desarrollo del país a través del valor agregado a la biomasa y el impulso del conocimiento, la tecnología y la ciencia mediante el impulso del desarrollo territorial y la optimización de los recursos biológicos disponibles.
El objetivo es no solo aumentar las exportaciones, sino también hacerlo con trazabilidad y certificaciones que añadan valor al producto argentino en los mercados internacionales.
El plan se fortalece con medidas orientadas a eliminar regulaciones y restricciones, simplificar normativas y promover la innovación tecnológica en el sector.
Líneas de investigación para la bioeconomía
Uno de los pilares fundamentales de esta estrategia es el “Programa de Bioeconomía Argentina”, que se basa en las fortalezas locales y que presenta al país como parte de la solución a la crisis climática global, mediante el uso de un sistema productivo con menor impacto ambiental y de bajo carbono.
En el programa se menciona, por ejemplo, al maíz debido a que posee un 60% menos de huella de carbono que el de otros países competidores, lo que se traduce en una menor huella de carbono en productos como el etanol y el pollo.
De igual forma, se resalta la importancia de establecer una estrategia de investigación aplicada para alcanzar estos objetivos y se sostiene que el Gobierno trabaja en una ley de implementación de Buenas Prácticas Agropecuarias para promover la producción orgánica y adoptando tecnologías que imitan los procesos naturales.
El objetivo de la bioeconomía, Europa
El documento oficial fue distribuido a los embajadores de la UE para su análisis y la posibilidad de establecer compromisos de cooperación y compartir intereses similares en la bioeconomía.
Se busca que el país se convierta en un socio estratégico en este campo a partir de trabajar en objetivos comunes.
Desde la Secretaría de Bioeconomía, ahora a cargo de Sergio Iraeta, se resalta la presentación argentina como “un hito importante en el camino hacia un futuro más sostenible y próspero”.
Miembros del organismo oficial entienden que “con una visión clara y medidas concretas, el país se posiciona como un líder emergente en el campo de la bioeconomía, listo para colaborar con socios internacionales en la búsqueda de soluciones innovadoras y sostenibles para los desafíos globales”.
Desde el Gobierno se entiende a la bioeconomía como un paradigma de desarrollo sustentable y una política de Estado que incluye a diversos sectores de la cadena agropecuaria y agroindustrial y que comprende tanto a los denominados bioproductos como los bioinsumos y los biomateriales; a los bioprocesos como la bioenergía y a la biotecnología como herramienta aplicada al mejoramiento vegetal, animal y de los microorganismos en el ámbito agropecuario.
Son cuatro sectores considerados como los principales para poder ampliar de forma innovadora las potencialidades de las producciones tradicionales en las regiones.
Circularidad económica
Los funcionarios recuerdan también los compromisos del país con los acuerdos de Paris (Agenda 2030 y Objetivos de Desarrollo Sustentable) para producir más y mejores alimentos y productos, con procesos más sustentables y con la necesidad de introducir productos innovadores que sirvan a la economía circular y al desarrollo de las regiones, del empleo y a las economías locales.
Por eso aseguran que la intención de las políticas públicas en bioeconomía apuntan a alcanzar la circularidad económica de los procesos y productos, así como la generación de productos con características novedosas.
Actualmente, se está trabajando activamente organizando Mesas de Innovación en Bioeconomía que brindan un espacio interactivo y de dialogo entre los actores de la cadena, así como en el desarrollo de Programas específicos para el sector.
Como ejes estratégicos se destacan los de proponer planes, programas, estudios y políticas para el desarrollo sostenible de los sectores bioenergético y biotecnológico, en coordinación con las provincias, y los diferentes subsectores alimentarios con competencia en la temática.
También las de elaborar propuestas normativas relativas a la producción y el desarrollo sustentable de los sectores bioenergético y biotecnológico, en coordinación con las áreas con competencia en la materia.
En este contexto, el gobierno que lidera el presidente Javier Milei promueve la agenda de la bioeconomía definida como el conjunto de sectores de la economía que utilizan recursos y/o procesos biológicos para la producción sustentable de bienes y servicios. Apunta hacia el máximo aprovechamiento de la biomasa actual y la diversidad biológica con una propuesta que implica acelerar y potenciar las fortalezas y beneficios de lo que se hace, no reemplazarlo.
Se califica a esta agenda como sistemática, en red, que involucra a múltiples actores y sus relaciones, siendo el centro el productor quien gerencia la fotosíntesis y genera la biomasa vegetal y animal y que tiene gran capacidad de innovación.
Además, en el interior del Gobierno se debate la posibilidad de que el productor elija en libertad si quiere acceder a la mejor genética vegetal posible teniendo en cuenta que el compromiso es con la no intervención de los mercados, al estar convencidos de que solo así crecerán las inversiones, la producción, las exportaciones y el empleo.
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