La muerte del Papa Francisco, ocurrida hoy, marca el final de un pontificado que trascendió lo religioso para convertirse en un símbolo mundial de justicia social y derechos humanos.

Su figura, amada y discutida a partes iguales, nos deja una pregunta urgente: ¿qué impacto tiene su legado en la prevención del delito y en la construcción de sociedades más justas?

Justicia social y prevención del delito: el enfoque del Papa

Desde su llegada al Vaticano, Jorge Bergoglio priorizó a los más vulnerables: pobres, migrantes, presos y marginados. Su enfoque se alinea con teorías criminológicas contemporáneas, como la justicia restaurativa, que propone reparar el daño social en lugar de limitarse al castigo.

En su encíclica Fratelli Tutti, Francisco impulsó la «cultura del encuentro», entendiendo que la exclusión social es un caldo de cultivo para el delito. También denunció la «cultura del descarte», señalando cómo la marginación sistemática siembra las raíces de la criminalidad. Su visión coincide con la criminología crítica, que estudia cómo las desigualdades estructurales alimentan el comportamiento delictivo.

Impacto global en políticas públicas y derechos humanos

El liderazgo del Papa Francisco no quedó en palabras: sus posiciones han tenido impacto en políticas públicas y en el debate global.

• Su firme oposición a la pena de muerte ha reforzado los movimientos abolicionistas. Según Amnistía Internacional (2023), más de 120 países han eliminado la pena capital de sus leyes o prácticas.

• Su condena a la trata de personas ayudó a visibilizar esta problemática como una violación de derechos humanos que requiere acciones concretas de prevención y asistencia a las víctimas.

• Asimismo, su lucha contra la corrupción impulsó organismos internacionales a fortalecer mecanismos de integridad y transparencia.

Desde la criminología, estos aportes refuerzan un enfoque preventivo: atacar las causas profundas del delito, no solo sus consecuencias.

Conexiones entre Francisco y la criminología contemporánea

Francisco no fue solo un líder religioso, sino también un actor que encarnó varias perspectivas criminológicas:

• Desde la teoría del control social, su llamado a fortalecer la comunidad y los vínculos sociales actúa como barrera contra el delito.

• Desde la criminología cultural, utilizó su plataforma para cambiar narrativas sociales, promoviendo la empatía y la responsabilidad colectiva frente a la exclusión y la injusticia.

Su crítica a las estructuras económicas injustas también dialoga con las corrientes que entienden al crimen como una manifestación de desigualdades sistémicas.

Un llamado urgente tras su partida

Con la muerte del Papa Francisco, el mundo pierde una voz que supo unir justicia, dignidad y compasión. Sin embargo, su legado queda como guía.

Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, 2023), políticas basadas en inclusión social, equidad y derechos humanos son estrategias efectivas en la prevención de la criminalidad.

Hoy más que nunca, su mensaje nos interpela: la seguridad verdadera no se logra solo con represión, sino construyendo sociedades más justas, solidarias y humanas.

La figura de Francisco nos deja una tarea: transformar su visión en acción concreta. Porque, como él mismo advirtió, no habrá verdadera paz sin justicia social, ni verdadera justicia sin empatía.

Descansa en Paz Franciso.