Familias wichí, tobas, churupí y chorote tuvieron que ser evacuadas; aunque de a poco regresan. La mayoría lo perdió todo. Cómo se los puede ayudar a través de Cruz Roja y la ONG Pata Pila.
«Esa noche salimos para acá porque estaba peligrando. Agarramos solo unas ropitas para los chicos y embolsamos algunas ollitas, cosas para que podamos cocinar, y la pavita para el agua caliente. Nos mojamos para salir porque el río ya había entrado. Yo me resbalaba y todas las cosas flotaban arriba del agua. La gente de la muni estaba esperando y nos ayudaron», dice Cedelia Segundo desde uno de los campamentos improvisados al costado del camino que une a Santa Victoria Este con Misión La Paz, en el norte de la provincia de Salta.
Ahí se instaló Cedelina junto a su marido, sus hijos y su nieto de dos meses cuando sintieron que su vida en Misión La Gracia, su comunidad, corría peligro. Aunque de a poco la situación se empezó a normalizar y muchas familias están regresando a sus hogares, afirman que ahora es cuando más van a necesitar ayuda para volver a empezar.
Mientras en Bahía Blanca el agua bajaba y el país se movilizaba para colaborar con los afectados, en el extremo norte de la Argentina arrancaba otra catástrofe que apenas tuvo repercusión.
La zona de Santa Victoria Este, casi en el límite con Bolivia y Paraguay, es de las más vulnerables del país. En enero de 2020, la provincia declaró la emergencia sanitaria en los departamentos de San Martín, Rivadavia y Orán luego del fallecimiento de ocho niñas y niños por cuadros de desnutrición aguda y deshidratación. Esa medida sigue vigente hoy.
Allí las familias de los pueblos originarios viven desparramadas en comunidades a la vera del Pilcomayo o inmersas en el monte. Además, los caminos internos son de difícil acceso y eso las deja en una situación de aislamiento. Son personas que ya viven en un estado de urgencia permanente, de falta de acceso a derechos básicos, que sobreviven en viviendas precarias y que ahora además fueron azotadas por la fuerza del río.
Todos sabían que se venía una creciente grande en el departamento de Rivadavia. Las lluvias habían arrancado hacía unas semanas en Bolivia y el cauce del río Pilcomayo había empezado a aumentar. Inmediatamente, se declaró una alerta roja en la zona. Después tuvieron que soportar siete días seguidos de una tormenta feroz, hasta que el río desbordó y amenazó con llevarse todo.
«Tenemos un grupo que maneja la información fluvial que está conectado con Bolivia y Paraguay. Cuando las cuencas altas del Pilcomayo de Bolivia empiezan a crecer, tenemos un tiempito para prever lo que pueda pasar. Este año el río se comportó distinto y hubo muertes en Bolivia. Por suerte todavía no tuvimos que enfrentar ningún tipo de noticias negativas. A nosotros nos tocó lo que podemos decir como una cola y el río bajaba con mucha agua, más que en la inundación de 2018″, explica Gabriela Dorigato, subsecretaria de Medicina Social de la provincia de Salta.
Las comunidades cercanas al río tienen un anillo que consiste en un terraplén de tierra que las protege de las crecidas y fueron muy efectivos. El principal problema fue que el agua se filtró hasta llegar a los caminos de acceso y muchas de esas comunidades quedaron aisladas. Además, unas cuantas se quedaron sin luz ni agua. Fue ahí que las autoridades de cada comunidad decidieron que las mujeres, los ancianos y los niños tenían que salir rumbo al monte.
El resultado fue desolador: unas 500 familias wichí, qom, tobas, churupí y chorote se distribuyeron entre los dos centros de evacuados (uno en el pueblo de Santa Victoria Este y el otro en La Curvita) y distintos campamentos que ellos mismos improvisaron al lado del camino con carpas, lonas, palos y silobolsas.
Estrategia de emergencia
Se recorrió la zona para ver cuál es la situación de estas familias que salieron con lo puesto y viven con la incertidumbre de no saber cómo van a encontrar sus casas. «Hace una semana que estamos acá. Somos cerca de 30 personas. La urgencia era sacar a los chicos antes de que el río cerrara todos los caminos. Yo tengo a mi mamá que tiene un problema de la vista», cuenta Juan Carrizo, de Misión La Gracia, mientras detrás suyo el grupo al que hace referencia se reparte entre algunas sillas o el piso.
Parece una zona de guerra. Envueltas en sábanas, las mujeres cargan sobre sus cabezas las pocas pertenencias que pudieron rescatar y caminan en busca de un lugar donde instalarse. Hay camas de madera sobre el camino, un fuego encendido sobre el que descansa una olla, varios niños juegan y otros se bañan en las zanjas que se formaron al costado del camino. Se ven y escuchan los helicópteros que sobrevuelan la zona. Huele a animales muertos. Hay demasiados perros desnutridos que esperan robar lo que sobre. Pero es inútil, porque acá no sobra nada y falta de todo.
«La Cruz Roja Argentina tiene un campamento humanitario en Santa María, que queda a 17 kilómetros de Santa Victoria Este, y desde 2020 estamos con un plan de desarrollo en la zona. Por esta situación ahora cambiamos a una estrategia de emergencia. Trabajamos con los Comités de Operaciones de Emergencia de la provincia y del municipio en lo que refiere a acceso al agua, acceso a la salud, evacuaciones rápidas y evacuaciones sanitarias«, explica Rodrigo Cuba, subsecretario de Desarrollo Humano de Cruz Roja Argentina.
Dorigato afirma que las inundaciones no los tomaron por sorpresa porque el Ministerio de Salud provincial trabaja los 365 días del año en esta zona en la que está declarada la emergencia socio sanitaria. «Ya veníamos haciendo los controles en comunidades como los hacemos habitualmente. La organización de la contingencia en sí, desde el viernes anterior de la inundación que cortó el camino, estuvo a cargo del Ministro de Desarrollo y del Ministro de Seguridad. Se coordinaron todas las acciones con Salud y por supuesto con la Intendencia (de Santa Victoria Este). Estuvimos secretarios y subsecretarios», señala.
Carpas y más carpas
Son filas largas de carpas, una al lado de la otra. Sobre el camino, cada una tiene un cartel hecho a mano con el nombre de la comunidad a la que pertenecen: Misión La Gracia, La Estrella, San Anselmo y así. Se ven entrar y salir camionetas de la Cruz Roja, la ONG Pata Pila, la Policía, el Gobierno provincial, la Municipalidad de Santa Victoria. También ambulancias, camiones de bomberos y del ejército, y máquinas que trabajan para reparar los caminos. Sin embargo, las personas afectadas dicen que la ayuda no alcanza y que necesitan comida, agua, ropa y silobolsas para usar como techo.
«No sé cuántos somos. Acá hay seis casas. Debemos ser como 25 familias, con los chicos. Estábamos aislados y no podíamos conseguir nada de mercadería, no sabíamos de dónde íbamos a sacar para comer. Por eso hemos salido. Necesitamos ropa, comida, colchones», dice Honoria Herrera, una habitante de Misión La Gracia.
En los últimos días la lluvia amainó, los caminos pasaron de estar bajo agua a quedar con algunas lagunas y por eso, algunas familias, se animan a regresar a sus casas. Son muy pocas las que quedan en los centros de evacuados. Además, se realizaron las obras necesarias y ya está habilitado el camino hasta Misión La Paz.
«Si la gente tenía poco antes de evacuarse, ahora tiene nada«, explica Cuba sobre lo importante que es asistir a esas familias. Las casas de las comunidades de La Estrella y de San Anselmo que estaban sobre el camino quedaron totalmente inundadas y sus integrantes perdieron todo. La casa de Norma Frías, ubicada en La Estrella, quedó bajo el agua. Ella no se animó a meterse en el agua, pero hay otros vecinos que estuvieron días enteros intentando salvar lo que podían. «Esto fue de un rato para el otro. Pensé que se la iba a sujetar al agua pero no. No me duele la casa, lo que más me duele es verla a la gente. Lo material va y viene. Yo estoy acostumbrada a perder y a ganar», dice Frías y se quiebra.
Lo peor es lo que viene
A todos les preocupa el después, lo que va a pasar cuando termine la emergencia, el agua se retire, y la ayuda también. «Va a pasar la inundación, va a pasar la lluvia, y vamos a quedar los que estamos en territorio tratando de ayudar a las comunidades. Creo que esto no es lo peor, creo que lo peor es lo que va a venir y tenemos que evaluar cómo los vamos a poder asistir«, concluye Paz.
Dorigato señala que en las próximas dos semanas esperan volver a la normalidad y que, en términos generales, las familias siguen asistidas: «La alimentación está asegurada. Desde Desarrollo Social están entregando un módulo alimentario que se le entrega a las familias originarias y niños que tienen algún riesgo o a las embarazadas. También se hizo una entrega extra de los módulos de emergencia alimentaria. Quedan algunas misiones en donde realmente hubieron inundaciones de casas como en La Estrella y otras que son 200 familias pero está controlado. Ahora más que nada viene el trabajo duro que son todas las enfermedades que se transmiten a través del agua«.
En relación a los reclamos de las comunidades originarias que estuvieron haciendo cortes de ruta para pedir más asistencia, la funcionaria sostiene que «obviamente es difícil que ellos sientan que uno asiste de la manera que se imaginan ellos pero hubo un acuerdo. A la Intendencia (de Santa Victoria Este) se le entregaron aparte módulos alimentarios que entregó desde el municipio. Pero se hizo una asistencia permanente desde Salud. Parábamos toldito por toldito, o misión por misión, para ver cómo estaban e hicimos controles y campañas de vacunación».
Segundo dice que es muy pesado tener que empezar de nuevo y que ya no tiene fuerzas para levantar una casa: «Es una lucha. Lo que más necesitamos son cosas para preparar la casa, como palas, machetes para limpiar y una carretilla para pechar. Esto es el día a día. No podemos pensar en el futuro», dicen.
Cómo colaborar
- Las personas que quieran colaborar con la atención de las familias afectadas pueden hacerlo a través Pata Pila y de Cruz Roja Argentina
(Fuente La Nación)