Luis Scola: “Ahora intento ser Elon Musk, como antes intentaba ser Michael Jordan”
La leyenda del seleccionado, íntima y reflexiva: la filosofía empresarial para conducir su club en Italia y los valores familiares con cuatro hijos que respiran básquet; las enseñanzas de Messi y Scaloni
No es Luis Fabián, es Luis Alberto su nombre. Pero para todos es ‘Luifa’ Scola. El fútbol, que aparecerá decenas de veces durante la charla, asume la explicación: el apodo se lo debe al Luifa Artime, el voraz goleador que hoy gestiona y preside a Belgrano, a un club… Vaya coincidencia. El alias nació en la adolescencia, entre consolas de video y la play station… casi otra era. En cambio, no hace tanto que dejó de jugar, apenas tres años, y sin embargo él mismo toma distancia de la leyenda. “A medida que pasa el tiempo me desconecto más de ese basquetbolista que fui. Cada día es más lejano y se va borroneando”, anticipa sin melancolía desde la oficina de CEO y socio mayoritario del Pallacanestro Varese, su club en Italia. “Tampoco extraño jugar, lo que extraño es jugar bien. Porque sigo jugando, pero ya no es lo mismo. Es comprobar que ya no puedo hacer cosas que solía hacer…”, acepta. Y se confiesa en una anécdota reciente…
“Hace tres o cuatro meses teníamos a un jugador que no venía jugando, debía ponerse en forma, faltaba uno y jugué. Perdí, pero casi le gano… y me regaló un elogio porque tiré el triple para ganar y casi ganamos. Pero como que no me gustó… Yo por dentro tenía bronca porque sabía que 15 años atrás… ¡otra que me iba a elogiar, él salía llorando de la cancha! Por dentro me mordía, y a la vez no me gustaba que se me hubiese cruzado ese típico razonamiento de exjugador que piensa ‘si éste supiera…’, pero es parte de todo lo que hay que asumir”. No hay resignación, lo cuenta con humor Scola.
–Cuando todavía jugabas, decías que tras el retiro ya ibas a tener tiempo de analizar tus récords, repasar tus estadísticas…
–Y no, no, no pasó nada de eso. Cada tanto aparecen recuerdos, por las redes sociales, ante determinadas fechas, y me parece divertido ver algunas imágenes, no es que tengo un rechazo ni me tapo los ojos, pero ahí termina. No hay nostalgia ni revisión. A veces mis hijos me preguntan algo, les contesto, y ahí termina.
–¿Tus hijos tienen claro quién fuiste? Por ejemplo Lucas, el más chico, de 12 años…
–Habría que preguntarles… y yo no lo hago. Nunca les hablo del tema y ellos me consultan poco. Cada tanto me tiran un ‘jugaste con Tal, hiciste tal cosa…’ Lo cual me hace sospechar que no saben mucho, especialmente el más chico… La realidad es que la gente se va olvidando, la gente pasa de página. Y positivamente lo digo, es así y está bien. No pasa nada. Los chicos que nacieron 10 años después de Atenas 2004 no saben qué pasó, ni tienen por qué saber ni les importa. Hay otros ídolos, otras personas. No creo que los amigos de mis hijos les estén preguntando cosas mías, no. Si vas hoy a un partido de mini básquet en la Argentina y preguntás por Campazzo, lo conocen todos. ¡Pero preguntá por Montecchia y fíjate cuántos lo conocen! Y después preguntá por Milanesio, y después por Cortijo, y después por Raffaelli, por Oscar Furlong…Y ese proceso va pasando con todos. Con algunos, como Manu Ginóbili, tardará muchísimos más años, pero pasa con todos. De algunos no se olvida nadie, de Pelé, de Maradona, de Messi, y quizás Manu ingrese en esa categoría, pero del resto la gente se va olvidando con la llegada de los nuevos y así tiene que ser. Es parte del proceso.
–¿Y dónde nace el CEO que sos hoy? ¿Ya estaba hace años y solo esperaba el retiro del jugador?
–No lo sé si llegó a convivir con el jugador… Al principio de mi carrera, desde ya que no. Cuando empecé a planear qué iba a hacer después, descubrí que yo quería encabezar un proyecto de básquet. Yo tengo mucha atracción por lo que es expandir, crecer, mejorar y hacer cosas nuevas. Siento admiración por esa gente que logra hacer cosas que nadie antes hizo, o que pensábamos que eran imposibles. Tengo fascinación por esa gente que dice ‘voy a cambiar el mundo’. Que haya algo que parezca que no lo puedo hacer y, con el tiempo, consigo hacerlo. Yo quería gestionar una compañía, un grupo de gente, un proyecto, y liderarlo. Dentro del básquet, pero con la veta de la gestión, en el área corporate más que el área deportiva.
–El gerente de marketing de la AFA tiene meses para abrir mercados en el planeta, pero para Gonzalo Montiel era ese penal y ese instante en la final del mundo…
–¡Exacto! Y si fallaba ese penal, entre otras cosas que se caían, estaba esa campaña de marketing del gerente. Esa misma campaña de marketing, con el dedo sobre el enter para mandar al mundo, tenía un valor de 100 mil millones de dólares si lo metía, y de 15 si Montiel lo erraba. Y eso lo tiene el jugador, nadie más.